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Por Jesús Galdona / Foto: Javier Zatarain
Con una pista blanda, una tarde de impagable climatología y una apañada afluencia de público, degustamos la llegada de agosto y, con ella, el aperitivo de las grandes citas hípicas, un menú que servido en clave nacional incluía dos premios que otrora levantaban la boina de la impresión que causaba su presencia: el Criterium Nacional y el Jefatura de Cría Caballar.
El premio Cría Nacional-Revirado (estas necesidades del guión…) no dejará de ser el Jefatura para quienes conocimos un verano donostiarra hípicamente inolvidable e irrecuperable. La presente edición tenía como aliciente extra comprobar si la ‘princesa’ Poti llegaba a la mítica cifra de cinco victorias en la misma temporada, algo inédito, y con el valor añadido de que en cada victoria la pequeña cenicienta iba subiendo de categoría con respecto a la anterior. La amenaza para su insólita “machada” era Alaraz, el magnífico 4 años de la cuadra Claret (insistimos, la que más seguidores tiene en España) que sólo en su última, en el Carudel, había quedado fuera de las posiciones remuneradas. La de Febana se puso al mando de la carrera imprimiendo a la misma un ritmo poco exigente, que siguieron de buen grado sus rivales. El recorrido poco tuvo de vibrante y se llegó a la curva con Poti en cabeza, Tequila pisándole los talones y el de Arizkorreta con la estaca preparada. El tirón de la conductora a 400 metros del poste de meta no fue de fuego devastador como en otras ocasiones, aunque un pequeño bandazo del futuro ganador pudo hacer pensar lo contrario. En un lucha a tres, el macho fue finalmente el triunfador, por delante de Tequila, que probablemente ofrecía el mejor valor de su vida, mientras que el bronce quedaba para una Poti que, batida pero no vencida, nos da cita para dentro de una semana, aquí y a la misma hora.
De repente, un extraño
El Critérium Nacional siempre ha sido una prueba con solera suficiente para ser esperada con expectación por los aficionados. Aunque pasaron los años más gloriosos de la cita, es conocido el dicho que “cada día de carreras se descubre un buen caballo”. En esta ocasión, lo de descubrir era solamente relativo, ya que el sorprendente ganador, Curillines, había aparecido ya tres veces en pista en la temporada, y no puede decirse que hasta el momento la brillantez hubiera sido su denominador común.
Sigue la crónica en las páginas del número 892 de A Galopar
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